08/05/2020
Apofática de la zine
En un entorno ideal para la publicación masiva, un género que busque lo contrario es una quimera. Es difícil cómo definir una zine, saber por dónde agarrarla. Cualquiera te puede decir una cosa distinta si les preguntas. Pero también podemos intentar decir qué no es.
Si quisiéramos, podríamos quedarnos todo el día hablando de sus precedentes: los folletos revolucionarios y religiosos en Europa y EEUU del siglo XVII, la prensa clandestina de los anarquistas franceses y argentinos, el samizdat prohibido por el régimen soviético, las colecciones de collages dadaístas y hasta lo que el grupo Fluxus llamaba arte postal. Para cuando todos se pusieron de acuerdo en llamarlas fanzines, los aficionados de la ciencia ficción y el fútbol, los punks y más tarde las riot grrrls estaban planeando, dibujando, recortando, imprimiendo, engrapando y enviando las suyas a quien quisiera leer lo que tenían que decir. Al llegar los años noventa, el Internet se volvió el canal ideal para superar todas las limitaciones de la edición física.
A través de los años, la evolución y popularización de la zine ha tumbado todos los consensos sobre su naturaleza. Se nos presenta, entonces, un problema al intentar definir lo que la caracteriza.
¿Es la técnica cuasiartesanal con la que se arma?
No, su afán por la reproducibilidad siempre la ha llevado a aprovechar la tecnología disponible.
¿Es el mensaje iracundo en contra de toda autoridad? No, hay muchísimas maneras de manifestar el mundo interno sin apelar a un estilo contestatario.
¿Entonces es el rechazo de la estructura comercial capitalista? Tampoco. A pesar de sus orígenes, varios artistas profesionales y compañías hacen uso del estilo para autopromocionarse. Kanye West publicó algunas para vender ropa.
Hay palabras que pueden repetirse en tus encuestas: libertad, originalidad, verdad, expresión personal. Todas son destellos que apuntan a algo más allá de las formalidades e ideas. Una última vez formulamos en negativo lo que aplica a todas las zines: esto no lo pudo haber hecho más nadie. De ahí en adelante, el mundo se agiganta con cada una que leas, compres o, en el mejor de los casos, decidas materializar. Mira que no tiene que ir más allá de una hoja doblada en ocho y rayada con marcador. Y la próxima vez que veas esas impresiones pequeñas, tal vez en una feria o un galpón maltratado, piensa en que podrías llevarte pedacitos de la historia de individuos valientes y sinceros. Puede que te quedes con algo que no podrás encontrar en ningún otro lado.