8 de abril de 2021, 22:00:00
Desmemoria
La historia del Internet está escrita en arena. Vuelve a comprobarse con la desaparición de Yahoo Respuestas, el infame servicio para formular preguntas que podían ser respondidas por cualquiera que las encontrara. De manera idéntica a todas las promesas del mundo digital, lo que aspiraba a volverse un espacio para difundir conocimiento terminó degenerando en un antro virtual donde se aireaba la incultura recalcitrante (más de la mitad de las consultas se podían resolver con una búsqueda en línea) y, con cierta frecuencia, la depravación. Por supuesto, este intercambio siempre estaba salpimentado con un torrente de catástrofes ortográficas y sintácticas. Pero del anonimato nacía la candidez que permitía que los usuarios confiaran sus dudas abiertamente al mundo, sin miedo de que los juzgaran directamente. El resultado fue una fuente de interacciones que eran más divertidas que útiles, que dibujaban una humanidad mucho más variopinta al hacer que nos preguntáramos a quién se le ocurriría preguntar cosas así. Algunas se volvieron hitos culturales en círculos mínimos de la generación perpetuamente conectada. Todo perdido, como clichés en la lluvia. Nos habían dicho que lo que se publica en Internet se queda ahí para siempre, pero descubrimos que tiene unas limitaciones parecidas a las de cualquier formato físico.
Como previendo estas circunstancias, varias iniciativas
buscan mantener un registro de la infinidad de páginas que se abandonan o se eliminan de manera que estén disponibles para investigadores y cronistas de la era digital, así como cualquier aficionado con un poco de tiempo libre. Entre estas destaca la “Wayback Machine”, una base de datos que almacena más de 70 petabytes de sitios que siguen funcionando o que funcionaron alguna vez, así como las modificaciones que han tenido a lo largo de su existencia.
A pesar del esfuerzo archivístico, es imposible salvar todo, y en el camino se va extraviando lo que permitimos que se extravíe. Algunas de estas instancias se planifican, como la decisión de Flickr de no seguir guardando gratis las fotos de quienes no pagaran una suscripción al servicio. Otros casos son accidentales, como aquella vez que MySpace borró toda la música que se había subido a su plataforma en sus primeros doce años de existencia. Esto equivale a aproximadamente 50 millones de canciones, y las que no se han respaldado en otros soportes han desaparecido definitivamente. El valor histórico real de estos ejemplos puede ser nulo, pero el olvido siempre va a ser una herida, sea para muchos o para pocos. No hay melancolía que se parezca a la que causa una pérdida así.