Nicolás Alegrett
Estudiante de Comunicación Audiovisual. Ha vivido en Venezuela, México, República Dominicana y España. En México fue en dos ocasiones Campeón Nacional de Oratoria a nivel intercolegial. Trabaja en su canal de Youtube, NIck Att, donde cuenta con más de ocho millones de vi- sualizaciones. El haber crecido en diferentes países es un elemento fundamental dentro de su escritura, a través de la que busca presentarle al lector esos aspectos singulares y fascinantes que distinguen a una cultura particular de las demás.
(Caracas, Venezuela, 2002)
Sobre:
Velas, flores de cempasúchil y un tarro de leche en polvo
John Locke dijo una vez: "Somos como camaleones, tomamos nuestro tono y el color de nuestro carácter moral de aquellos que nos rodean". Al reflexionar sobre esta cita, me di cuenta de que hay un elemento único dentro de mí que proporciona mi creatividad y defiende mis ideales. A medida que me adapto a cada nuevo país al que voy, esta entidad evoluciona, prospera y aprende lecciones de vida únicas de cada cultura. Por eso soy tan patriótico, pues de cada país he aprendido historias inigualables que alimentan mi pasión por la narración, la forma de comunicación más potente. Nos hace reír y llorar, cambia nuestra visión del mundo, da forma a nuestra personalidad y nos define como humanos. Creo que es hermoso poder compartir un poco de mí mediante un breve cuento y algún día sueño con llegar a hacerlo en una película. El objetivo que busco en mis relatos es compartir un pedacito de estas diferentes culturas que definen quién soy, ya sea Venezuela, República Dominicana o España.
Sin ninguna duda, el lugar que más ha alimentado mi interior es México. Este país tiene un sinfín de historias y una cultura rica en valores y lecciones. No hay nada que diga con más orgullo que soy mexicano y por eso con este relato busco dar a conocer un poco más de este lugar que me hace sonreír y cantar de alegría. Durante mis catorce años ahí, logré viajar y conocer casi todo el país, pero aun así hay una gran cantidad de cosas que me quedan por descubrir. Uno de los lugares que visité fue Morelia. Viajé en Día de Muertos junto a mi familia y mi novia para descubrir una de las fiestas más famosas. México es un país de fiesta y no hay fiesta más mexicana que la del Día de Muertos. Aunque es una fiesta nacional, Morelia destaca por su forma de conmemorar la vida después de la muerte. Cada región recuerda a sus muertos con rituales distintos que tienen su origen en tiempos prehispánicos. Es una festividad conocida en todo el mundo, pero por más fotos que se vean o descripciones que se lean, el sentimiento de vivir esa explosión de luz, cultura y flores es único. Mi relato es ficción, pero contiene muchos elementos impactantes que vi durante mi viaje: la colorida taberna, las flores de cempasúchil, las miles de velas y la tumba con la vieja lata de leche en polvo. Sin embargo, siento que es imposible hacer justicia a lo que vi y sentí aquella noche de noviembre en los cementerios de Pátzcuaro.
Pero Velas, flores de cempasúchil y una lata de leche en polvo va más allá de solo una expresión cultural. Irónicamente la mayor lección que me llevé durante las festividades del Día de Muertos en México fue el valor de la vida, la importancia de los hilos que atamos en la tierra y los recuerdos que dejamos a nuestros seres queridos durante nuestro tiempo aquí. Esta festividad busca regresar a la vida a todos esos difuntos queridos por tan solo una noche. Y así aprendí que la vida es más que solo carne y hueso y que esta se extiende más allá del nacimiento y la muerte. Tere era una bebé recién nacida, no pudo haber hecho mucho para marcar su corta vida y, sin embargo, el poder y valor que carga el regalo de su vida puede cambiar el mundo de Miguel, su esposa y el mío. Este relato es una breve lección de cultura mexicana, una muestra de cariño hacia mi país, una conmemoración a todos los bebés y niños que fallecieron a una temprana edad y una celebración del inigualable valor de la vida.