En la Venezuela del siglo XX, uno de los elementos que marcó el género de la ficción breve fue el desarrollo de los estilos literarios e "ismos" que llegaban de Europa y EEUU. De estos, el costumbrismo criollista y ciertas innovaciones del modernismo y la vanguardia se volvieron los máximos exponentes.
Otros factores importantes en el desarrollo del cuento venezolano fueron las revistas y suplementos literarios en los cuales publicaban los autores de diferentes generaciones, así como los concursos de cuentos.
De estas revistas, "El cojo ilustrado" fue una de las más prominentes a comienzos del siglo. En 1896 publicó los cuentos del ganador y los finalistas de su primer concurso, incluyendo a autores de la talla de Rufino Blanco Fombona, Pedro Emilio Coll, José Rafael Pocaterra, Luis Manuel Urbaneja y Manuel Díaz Rodríguez.
En la década de los 40 llegaría a su punto álgido el enfrentamiento entre costumbristas y modernistas. Escritores jóvenes como Rodolfo Izaguirre, Adriano González León y Guillermo Meneses pedían una renovación del género ante lo que percibían como una falta de exploración psicológica y de reconocimiento de la situación urbana frente a las manidas narrativas rurales y obreras.
El suplemento cultural del periódico "El Nacional" tendría un papel central en este conflicto, especialmente con su concurso de cuentos que premiaba las narrativas experimentales de obras como las de Guillermo Meneses y Antonio Márquez Salas.
En el mismo periódico, Arturo Uslar Pietri criticó esta tendencia en 1950, afirmando que sus seguidores trataban al cuento "como poema en prosa con gran olvido de todos sus otros elementos vitales".
A partir de finales de la década de los 60 aparecería una nueva generación de autores que procuraban conservar tanto el espíritu experimental de sus predecesores como las técnicas y recursos de los fundadores del cuento en el país.
Algunos de ellos eran Laura Antillano, Adriano González León, Rafael Zárraga, Gustavo Luis Carrera y Antonieta Madrid.
